viernes, 5 de febrero de 2010

"Los amigos de Riquelme"

Los amigos de Riquelme “En mis tiempos había tiempo. Recuerdo bien por ejemplo, una rosa nos duraba mucho más que cualquier empleo. Quizás el tiempo era como las frutas, se regalaba a los vecinos después de verlo madurar, y la eternidad siempre sentadita en su silla de paja. Uno viajaba en libro a todas partes y visitaba diferentes ocios: el de al lado, el de enfrente, el de las tías. No se había inventado el maleficio de la prisa. Los niños reinaban sobre los umbrales... Después vinieron los relojes”. María Elena Walsh.Vivimos tiempos veloces. Todo debe ser vertiginoso, fulminante, febril... y si no es así, no sirve, no vale, es viejo... Quizá porque acostumbramos asociar a la vejez con volverse más lerdo y nunca con volverse más sabio. Y este estado de urgencia sin necesidad nos atropella a todos, hasta a los que queremos quedarnos afuera de esta cultura de lo fugaz. Todo es fugaz, nada puede sostenerse demasiado en el tiempo.Las compañías discográficas, por ejemplo, han inventado la música fugaz con operaciones para el triunfo de estrellas fulgurantes que se apagan a poco de haber nacido. Sus discos pasan vertiginosamente a las mesas de oferta de algún supermercado para después ir a parar al olvido. En esta columna hablamos también de los mensajes presurosos y mal escritos mediante los cuales mucha gente hoy se comunica de una manera limitada y por supuesto, rápida, casi con monosílabos “¿Vas?”, “Estoy”, “¿Dónde?”, “Tarde”... y así la palabra se transforma en un asunto efímero sin demasiada trascendencia. Nadie resiste un archivo porque los discursos cambian vertiginosamente de una semana para la otra. El trabajo es cada vez más transitorio. Todos están en forma momentánea en actividades que súbitamente dejan por otras ocupaciones temporales y en negro. Nadie sabe quien es el dueño de esos sitios llamados shopping donde los jefes siempre caminan presurosos, hablando a los gritos por celular a alguien que está del otro lado y vaya a saber en qué idiotez se ha demorado. Hablar por el celular caminando da siempre un aire de importancia, de tipo ocupado. Todo lo que sucede allí es tan rápido que a nadie se le ocurre andar perdiendo minutos en anotar a los empleados.En el mundo del fútbol las cosas también se han acelerado. Un pibe de 8 años ya es grande para incorporarse a las ligas infantiles. Los que resisten a las urgencias y la locura de los padres, si andan bien y llegan a primera, hacen pasantías de unos meses para cruzarse a Europa raudamente. La velocidad también se trasladó a la cancha. Allí dentro también cada vez se corre más y se piensa menos. La sabiduría atorranta de tipos como “garrafa” Sánchez es reemplazada por velocistas con más voluntad que talento. Ya no hay tiempo ni espacio para caños y sombreros. Los autos son cada vez más veloces. Las noticias pierden importancia cada vez más rápido. Las notas, según aseguran los jóvenes productores de radio y televisión, no deben durar más de dos o tres minutos porque la gente no puede fijar la atención y recurre al zapping. Los chicos a los diez años parecen adolescentes. Las comidas rápidas reemplazaron al guiso y al puchero que necesitaban un buen tiempo de cocción. Todos corremos detrás de alguna cosa... perseguidos, apurados, fugitivos.Por estas razones, “Los amigos de Riquelme” buscamos con desesperación que alguien pare esta pelota, porque como va la cosa los sueños ya dejaron de ser a largo plazo y están perdiendo altura; la utopía es tener un plasma, una licuadora o unas vacaciones... y es que, como dice María Elena Walsh, estamos bajo “el maleficio de la prisa” y aquello de cambiar el mundo, ciertamente, ocupa demasiado tiempo.

Por Nestor Sappietro: http://www.postalesdelsur.net/cap_intro.php

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