jueves, 9 de julio de 2009

Libertad, libertad, libertad

Con furia apago el despertador, como presintiendo la oscuridad de un día negro. Habitualmente pensaba en positivo, pero esta vez algo no andaba bien.

Ni siquiera el hecho de que ya habían pasado siete horas y media de ese 9 de julio del 2008 lo tranquilizaba.


Al tún tún eligió la ropa para el trabajo, eso de andar combinando no era para él y mucho menos para este momento. Se vistió con lo que menos olor emanaba. El mate cocido sólo fue acompañado por unas tostadas, algunas quemadas por demás. Al no tener tarjeta, revolvió miles de bolsillos para conseguir algunas monedas, el desorden no podía ser peor.


En la esquina, con un peinado totalmente ausente y mirada distante, se entera por un vecino que tendrá que caminar una cuadra más, pues como no hay nada para hacer en su bendito país, sus funcionarios, molestan a la población con ordenanzas estúpidas y sin sentido, pensaba mordiéndose el labio inferior mientras caminaba hacia la nueva parada.

Unos veinte minutos esperando el colectivo, más de lo normal, pues son pocos los que trabajan un feriado, para enterarse que había aumentado veinticinco centavos el pasaje. Había transpirando sangre, sudor y lágrimas para conseguir ese uno con cincuenta, y ahora se enteraba no le alcanzaba, era el cuarto aumento de boleto en el año y el servicio –lógicamente- seguía siendo ineficiente, incomodo e inseguro.

Masticando bronca pregunto al chofer si no lo dejaba viajar, ante la negativa, le aclaró que él era conciente que ese aumento no era para pagarle a ellos, sino que iba a las manos de Bermúdez en este caso, ya que era un micro de “Las Delicias”, pero la negativa se mantuvo, y la contestación no se hizo esperar: - “Sos un chupamedias de tu dueño, no te van a pagar menos si me dejas pasar pedazo de forro”. Luego de eso el pedido fue para los pasajeros- ¿alguien me podría prestar veinticinco centavos por favor?,y fue gracias a la señora del primer asiento que consiguio la preciada moneda y de yapa una optimista frase, que de consoladora no tenia nada..."disfrutemos, Lifchitz ya dijo que antes de fin de año hay otro aumento”. El viaje duró treinta y cinco minutos. Treinta y cinco minutos saltando en un asiento incomodo, temblando con el vaivén del bondi y los baches urbanos.

Por primera vez se presentaba a su condena quince minutos más tarde, hecho que le valió la reprobación de su jefe, con la simple frase: “-¿Tenés un reloj de arena vos?”. No se justificó, quiso empezar bien su jornada laboral, así que prefirió ignorarlo.

Como de costumbre el olor a mierda era insoportable, siempre rezaba antes de acostarse para que alguien compre a esos cuatros caniches que pasaban toda la noche en esa jaula dejando su fondo de color negro y amarillo.

Ahí con la ropa adecuada, guantes incluidos, la tarea no era fácil pero ya estaba acostumbrado, limpiar esa maldita jaula llena de cagadas y meadas.

Luego de eso, el día entró en su curso normal, un pastor por aquí, un ovejero por allá, un pitbull que metía miedo, y a bañar y bañar...

Hasta que llegó el horario de la comida. Su billetera sólo servía para tarjetas viejas, ni un billete, debería llamarse “tarjetera” y en la mochila sólo quedaban resabios de papeles viejos así que se conformó con descansar un poco.

Como de costumbre ni cuenta se dio de esos quince minutos y bajó para seguir con el sacrificio, antes pidió un par de guantes a su dueño, -“otro más… ¿qué haces con los guantes, te los comes?” Lo increpó Fernando. La bronca se había acumulado en el lugar donde faltaba el morfi y la respuesta fue contundente, -Con la miseria que me pagas, no te sorprendas que algún día me encuentres comiéndolos.

-“Bueno pero, mientras tanto trata de usar un solo par por día, porque no me los regalan”. Le respondió su dueño, sin ponerse colorado.

Ya está, eso fue todo, esa frase marcó el límite de su paciencia.

Se pudrió la momia, pinto el bardo, se armó el bolonqui o como quieran llamarlo.

Su pelo comenzó a arremolinarse, se achinaron sus ojos, su frente se achicó y su boca junto con su alma comenzó a vomitar la verdad.

-Pero bigotudo puto y la recalcada concha de tu madre y la verga de tus malditos perros, me pagás veinticinco pesos por día que los ganas con el baño del perro mas chico, por un sueldo que se va en bondi y porrón y encima te das el lujo de decirme eso.
-Mira pibe, no tengo ganas de discutir, el sábado cobras y te vas.
-¿Pero vos sos pelotudo o te haces? Le dijo poniéndose los guantes y acercándose hacia él bruscamente, -Dame la guita que me voy a la mierda métete la peluquería en el orto.
-Como quieras.

Mientras buscaba sus cosas se despedía de sus compañeros, quienes intentaban convencerlo para que cambie de opinión.

Finalmente cobró los setenta y cinco pesos de esa semana y se marchó, había planeado muchas veces su retiro, inclusive quería fotocopiar un libro de formación ética y ciudadana para regalárselo al bigotudo. El hecho de que te regalen un libro para que aprendas a convivir en sociedad, lo veía como el mejor de los insultos, pero este no era su día y su lado racional había quedado en la silla del comedor que terminó siendo un living, incómodo por cierto.

A la vuelta del local tuvo la última cuota de irracionalidad del día, -“los guantes no dejan huellas dactilares”- gritó. Y ahí no más tomó una rama bastante pesada de un árbol y destrozo el auto de su ex patrón, un Toyota Corola último modelo. Ese era el auto, y digo era porque no quedó nada, le pinchó hasta la rueda de auxilio, ni el vidrio del espejito le dejó, nada… un desastre, irreparable, y para rematarla con algo de virulana que usaba para limpiar la jaula le escribió en el capó, “9 de julio libertad”.

Llegó a su casa y se mantuvo en silencio, mate y factura llenaron el vacío.

Su familia se encontraba en casa de unos amigos celebrando el día con locro, vino y todo eso. Algo de Sabina para relajarse un poco y el teléfono que sonó, la yuta, fue lo primero que pensó, pero no, o si… Era su novia, para darle dos noticias. Ella había rendido bien y la segunda era para felicitarlo.

-¿Por qué?- preguntó confundido.
-¿Cómo por qué?, ¡hoy cumplimos cuatros meses!- le contesto eufórica.
-Disculpa amor se me pasó- Dijo sinceramente.- Lo que pasa es que tuve lío en el trabajo.

Con el tono de voz bastante elevado le dijo que ya estaba cansada, siempre era la misma excusa y que no sabia que pensar…

-Te pido mil disculpas, soy un tarado, vos no te mereces esto- no quedaba otra así que dio el brazo a torcer.

Pero las críticas siguieron lloviendo, hasta que su paciencia volvió a ceder.

-Amor yo te quiero mucho, pero hoy es 9 de julio “libertad” no me vuelvas a llamar- Le dijo firme y decidido.
-Por supuesto que no lo voy a hacer- respondió bastante confundida por lo que acababa de oír.

El segundo, no fue un llamado, sino un timbre, la policía:
- Salí, pendejo boludo, te pensás que no iban a saber quién fue, mirá que sos boludo. No se te ocurra ninguna taradez y salí”- obedeció y salió con las manos en alto,
- Caminá derecho al auto, esto no es una película yanqui, nadie te va a leer tus derechos- le advirtió el cobani mientras lo arrastraba al patrullero.

Ya en la comisaría el milico le comunica que el juez de la causa lo citaba a declarar al otro día a las diez de la mañana, por lo que debía pasar la noche ahí. Lo único que dijo fue que no tenía abogado y que prefería que su familia no se entere, estaba confundido, y lógicamente con algo de miedo.

El botón le muestra la celda en donde va a pasar la noche, antes de entrar y al ver a los que la habitaban pensó que seria mejor desabrocharse el cinturón, aflojar las nalgas y rezar que la tengan chiquita. Pero finalmente decidió hacerse pasar por un hombre pesado con la esperanza de recibir un mejor trato, así que levanto la frente, infló el pecho y entró.

Una vez dentro, con voz de macho y mirada de valiente, se presentó e inventó una historia, con asesinato incluido, a su jefe por supuesto, mientras los tres presos lo escuchaban atentamente, hecho que le llamó poderosamente la atención. Al terminar uno de ellos lo consoló diciéndole -son cosas que pasan, se lo tiene merecido ese ortiva.

-Así que hasta mañana a las diez los voy a molestar, dijo a modo de conclusión mientras se acostaba en el piso.
-No es ninguna molestia respondieron los tres en forma de coro.

Lo primero que pensó fue que el plan había funcionado, así que decidió salir del centro de la escena y preguntó: -Ustedes, ¿para cuanto tienen?
-Hoy a las dos y media nos vamos.
-¡A que bueno los felicito!...Exclamó ingenuamente.
-Si ya estamos cansados, nos vamos a la mierda y que sea lo que Dios quiera.
-Desertó uno, así que si querés venir estas invitado.
-Bueno dale- contesto cuando se dio cuenta que hablaban de una fuga y preguntó cuál era el plan a seguir.

A la una y media de la mañana, se pone en marcha. Los cuatros siguen los pasos al compás de la letra, todo se dio según lo planeado. Tuvo la oportunidad de irse pero se quedo esperando a uno de los muchachos que había quedado más atrás y mientras lo esperaba grito bien fuerte, “9 de julio, libertad”, recién cuando el rezagado ya estaba en la calle, saltó la reja y fue ahí cuando sintió los dos golpes fríos en su espalda al mismo tiempo que el estruendo.

Ya en el suelo, el rezagado lo escucho decir, “maldición terminó siendo un día hermoso” y dejó este mundo como lo hicieron sus dos ídolos rosarinos, con los ojos bien abiertos, luchando por la libertad y con una sonrisa. Paradoja si las hay, con sonrisa en la cara, estilo Olmedo, estaba contento que finalmente ese día había terminado.

Maximiliano Abaz.
Mil gracias a Marcos(http://cadenarota.com.ar/) y a Virginia (http://paraqueotroblogmas.blogspot.com/) por las colaboraciones prestadas.

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